La frágil línea fronteriza del decoro o la desvergüenza

Posted by . on martes, noviembre 16, 2010 0


Silvino´s Bar
Alex Sanciprián

Es sábado en el medio del ángelus vespertino y estoy instalado en esa frágil línea fronteriza entre el íntimo decoro y la desvergüenza.
Dilucido mi siguiente movimiento en tanto se afinca una certeza en mi cabeza: “un trago más y circularé en el carril de alta velocidad que no admite bajar la guardia. El acelerador de la embriaguez marca cinco guiskis en el tablero particular”.
Mi diva está por llegar y opto por mantener la vertical. Una torta de milanesa, con chipotle y poco aguacate, hará las veces de amortiguador para cuando Angelikita entre en el Silvino´s Bar y me plante un beso chupeteador, como es su costumbre, pienso.
-¡Dime tú quien te quiere, alma de mi alma!
El tono autosuficiente de la voz hace que gire el rostro. Es ella. Mi diva de carne y luz que avanza cual torbellino kitsch hacia mí, con ese desenfado de saberse refulgente e imprescindible a las miradas ajenas.
-Cariño mío, por fin llegas. Seguro estaba de tu espectacular aparición.
Su abrazo y beso son intensos. Reconfortantes.
-Pide otra torta igual a la tuya para mí. Me urge pintarme los labios. Ya regreso.
Obedezco en automático, con la mansedumbre de quien se pone de pie para darle paso a la belleza que enfila hacia el baño.
-Cuántos guiskis llevas esperándome, cielito mío.
-Voy en cinco.
-¿A dónde tan de prisa? ¿Tienes plan? ¿Conmigo o sin mi?
La ráfaga de interrogantes me incomoda de súbito y respondo secamente.
-Nada que esté fuera de programa. Sabes que me enoja estar a la espera de alguien. Siempre procuro ser puntual. Lo sabes, perfectamente. Hoy te tardaste en llegar y poco a poco el guisky aminoró la espera. Fueron, exactamente, 47 minutos y ni siquiera una señal chiquita, un mensaje al cel por lo menos.
-Me suena a reclamo. Si que ese tono tosco me asombra.
-Es reclamo, claro. No vuelvas a hacerlo. Cómo me molesta que hagas cosas que a ti no te agrada que te las hagan. Ya pedí otra de milanesa para ti. Y otro par de guiskis también.
-Está bien, llevas mano. Y en lo que cabe, discúlpame. Trataré de no volver a llegar tarde.
.No, no trates, hazlo. ¿Me entiendes?
-Así será, cielito, lindo y querido. Okey, okey, y bájale a tu enojo. Ven acércate. Deja te planto otro chupeteador.
-Voy a decirte varios asuntos que me enfadan con mayúsculas. Tal vez te he dicho algunos antes. Va: sucumbir a la mirada de una mujer bonita, como tú comprenderás. Cambiar el tanque del gas por la mañana. Cuando te has despedido de alguien y diste media vuelta o saliste de una habitación. Regresas y te dicen una tontería. El mal olor de la boca propia. Ir de compras sin el suficiente dinero y que te digan: “vamos, revisamos precios y después volvemos”. Escuchar a un priista entonado en el discurso de la democracia, la corrupción y la justicia social. Esperar a alguien, y también los desfiles de cualquier tipo, incluidos los de moda. Cruzar la frágil línea fronteriza del decoro íntimo o la desvergüenza.
-Salud, querido. Pide otra ronda. Nos queda gas para rato. Te prometo ser buenita contigo en el decoro y en la desvergüenza

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