CIENTÍFICOS DEL CINVESTAV CREAN BANCO DE DATOS GENÉTICOS SOBRE EL CHILE

Posted by . on miércoles, septiembre 14, 2011 0

*Secuencian más de 32 mil genes que permitirán conocer más acerca de este cultivo; la información será subida a internet para facilitar las investigaciones de esta planta
Aminorar el picor de un chile, cambiar su color, modificar su tamaño, hacerlo resistente al frío o a diversos virus y hasta crear una nueva variedad, son tan sólo algunas de las múltiples posibilidades en las que podrán trabajar los estudiosos de este cultivo, en menos tiempo y de manera más efectiva, gracias a la secuenciación de 32 mil genes de esta planta, realizada por científicos del Cinvestav.
A partir del estudio de esta planta que es parte esencial de la cocina mexicana, se podrá crear un banco de datos para que los estudiosos de este producto puedan acceder a información molecular, más de un millón de secuencias y comportamiento de genes que acelerará las investigaciones en torno a uno de los cultivos más importantes en México y el mundo.
Aún no se conoce el genoma del chile, por lo que esta secuenciación de los principales genes, conocido como transcriptoma, es lo más cercano a él, de hecho, es el más completo que existe en el mundo, ya que sólo los coreanos tienen una base de datos similar, pero es más pequeña con 22 mil genes, dijo Rafael Rivera Bustamante, investigador del Cinvestav Unidad Irapuato.
Rivera Bustamante señaló que la información será subida a internet en inglés y español, en menos de tres meses, a través de un portal diseñado por estudiantes del Cinvestav y el acceso será libre.
El también Director de la Unidad Irapuato comentó que la idea de hacer el transcriptoma del chile fue estudiar los genes que se expresan en él, es decir, cuando un gen se prende o se apaga.
En el primer caso lo que ocurre es que al prenderse, es porque ha sido identificado por la maquinaria de la célula que lo transcribe, de ahí la palabra, lo que va a generar una proteína que va a hacer una función, como contribuir al picor, el sabor, el tamaño de la planta o su resistencia a los virus.
“Cuando decimos que está apagado un gen, nos referimos a que no se está expresando, por lo tanto no hay proteína ni función”, detalló Rivera Bustamante.
Actualmente, si alguien quiere estudiar la expresión de los genes del chile cuando florea, cuando obtiene su color o sabor, tiene que buscar en una base de datos similar, como la del maíz o la arabidopsis, y con esa información realizar un ensayo y aplicarlo en chile, pero a veces no son idénticos y es posible que la estrategia que diseña no funciona. Además, el chile tiene genes que no se encuentran en otras especies modelo por lo que nunca se van a encontrar en sus bases de datos.
“Con este banco de información se va a poder empezar a estudiar esos genes, para ver cuando se prenden o apagan al infectarse con un virus, o buscar los genes involucrados en la síntesis de capsaicina, que es el picante del chile, lo que permitirá saber las diferencias entre un chile y otro. También se pueden estudiar procesos en raíz, en floración, en tallo, en la hoja, el fruto, en la respuesta de defensa a patógenos, por ejemoplo”.
Con este Transcriptoma lo que hemos podido observar es que los genes muchas veces no son “versiones” diferentes entre las variedades, sino que duran prendidos más o menos tiempo, por lo que la proteína sigue trabajando, y es lo que hace la diferencia en el producto.
Para el investigador del Cinvestav, la importancia de estudiar al chile radica en que es uno de los cinco cultivos más importantes en el país económicamente hablando, pero también geográficamente, porque en casi todo el país se produce, pero además, es uno de los que presenta mayores problemas como enfermedades, interacción con el ambiente, sequía y frío.
En el estudio se utilizaron dos variedades similares, el Serrano tampiqueño que es con el que han trabajado desde hace años en el Cinvestav y el Sonora Anaheim, ya que es un fruto muy estable y homogéneo en su desarrollo, que permite un mejor análisis, ya que se requirieron varias repeticiones durante los experimentos.
En este proyecto multidisciplinario también participaron Neftalí Ochoa, Edmundo Lozoya y Octavio Martínez, investigadores del Cinvestav Irapuato. Fue financiado por el Fondo Sectorial Sagarpa-Conacyt y por el Gobierno del estado de Guanajuato, a través de su Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología (Concyteg) y del Fondo Mixto Guanajuato-Conacyt.

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